De acuerdo con las tendencias de votos, López Obrador ya ha ganado la Presidencia de la República. Sin embargo, a los candidatos Ricardo Anaya y José Antonio Meade les quedan sólo ocho días para elevar su competitividad. La última aduana será el martes 12 con el tercer debate.
López Obrador se va a dedicar este último mes de campaña a administrar su ventaja demoscópica, aunque en el realismo de la política mexicana no es tan grande como dicen las encuestas ni tan corta como especulan sus adversarios. Las expectativas basadas en encuestas han enturbiado el corto plazo que ninguna de ellas puede predecir el resultado electoral.
La última oportunidad para Anaya y Meade se basa en lo que hagan de hoy lunes al lunes próximo. Los dos necesitan drásticos golpes de timón, sacudir al electorado, presentar una verdadera opción frente a López Obrador. Anaya está urgido de atender a sus asesores y Meade no tiene más camino que romper con el presidente Peña.
Anaya y Meade han equivocado sus estrategias: atacar el perfil neopopulista de López Obrador, pero sin presentar una opción social muy sólida mucho más allá de dinero regalado. Lo de menos es que los dos hayan sido colaboradores del proyecto neoliberal peñista con las reformas estructurales, porque en política cada día es diferente. Pero hasta ahora ninguno de los dos ha presentado un modelo de desarrollo para el bienestar social.
Meade tiene tres temas que le darían autonomía relativa a su candidatura: la corrupción de la estafa maestra, el sentimiento de repudio a Peña por la recepción a Trump en 2016 y la definición de un proyecto propio de desarrollo. Ávila Camacho rompió con el cardenismo, Ruiz Cortines repudió la corrupción alemanista, Echeverría culpó a Díaz Ordaz de las represiones, De la Madrid acusó al lopezportillismo de corrupción, Colosio rompió con el neoliberalismo. Como nunca, hoy el peso del presidente saliente hunde al candidato oficial priista.
A Anaya lo sigue derrotando su arrogancia, su ego, su soberbia, su autosuficiencia, su individualismo imperativo. Egoísta en grado superlativo que al sumar todas las características raya en la personalidad psicológica posmoderna de la mamonería – palabra del diccionario sociopopular monsivaisiano de la clasificación de subsectores populares desclasados– como actitud superioridad excluyente, agresiva con los demás y tendiente al aislacionismo cuando siente que nadie lo merece como amigo, compañero o jefe.
Los dos tienen oportunidades para cortar distancias con López Obrador, pero a condición de un replanteamiento de sus campañas, de la redefinición de sus propuestas y de la reconstrucción de sus personalidades. López Obrador es una personalidad existencial, en el modelo de Norman Mailer aplicado a John F. Kennedy: la existencia, no la esencia. López Obrador ha sabido reproyectar la personalidad mesiánica –Enrique Krauze– en una sociedad –Carlyle– que sustituye sus crisis y sus problemas con la existencia de un héroe.
La política es paradójica: Anaya no escucha más que a sí mismo y Meade no escucha más que al presidente Peña. Meade tendría más posibilidades de avanzar porque tienen el aparato del Estado, pero a condición de marcar una distancia crítica de Peña.
Si no lo hace antes del martes 12 del tercer debate, la Presidencia será para López Obrador.
Política para dummies: La política es el espacio para la amistad, pero donde el político sólo debe ser amigo de sí mismo..
Si yo fuera Maquiavelo: “Aquel príncipe que en un principado no descubre los males sino una vez nacidos, no es verdaderamente sabio”.
Recta final: los últimos ocho días para Anaya y Meade
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