Todos los días los gobiernos federal y estatales, principalmente, nos susurran al oído que todo está bien, que los niveles de violencia van a la baja y que ya la ciudadanía se siente más segura. Pero la realidad, esa cruel y tirana realidad, nos dice que no es cierto. Y, con un sólo hecho, desdibuja el discurso de que todo en México es maravilloso; que quien diga lo contrario es un traidor a la patria, un “conservas”. Una muerte decolora el frágil paño de la irrealidad.
La mañana del domingo pasado un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC CDMX), fue asesinado de un balazo por la espalda en Coacalco, Estado de México. Y de inmediato surgió la interrogante: ¿Cómo es posible que un funcionario de ese calibre anduviera sin escoltas? Ese proditorio asesinato desnuda la verdad sobre la indefensión en que se encuentran millones de personas.
Milton Morales Figueroa, la víctima en comento, era coordinador General de la Unidad de Estrategia Táctica y Operaciones Especiales de la SSC CDMX. En círculos extraoficiales, se comentó que estaba en su último día de vacaciones y que preparaba un operativo especial contra uno de los principales grupos delictivos en la alcaldía Iztapalapa de la CDMX.
Su jefe, Pablo Vázquez Camacho, secretario de Seguridad Ciudadana de CDMX, lamentó lo que llamó cobarde ataque y prometió que “no habrá impunidad; trabajaremos en coordinación con la @FiscaliaEdomex y la @SS_Edomex para identificar, detener y presentar ante la justicia a los responsables”. Ayer por la mañana sus compañeros se despidieron de él para, más tarde, ser velado por sus familiares. Por cierto, se me olvidaba decirles, el asesino huyó.