Por: Carlos Ramírez
Por primera vez en la historia, Estados Unidos celebró el simbólico 4 de julio –la firma del Acta de Independencia en 1776– sumidos en una guerra civil interna liberales-tradicionalistas; se trata de una división social similar en ruptura a la del esclavismo que condujo a la guerra civil 1861-1865 y muy parecida a la fractura de los años 60 del siglo XX en torno a los derechos civiles.
Pero ahora se trata una disputa de definición histórica en cuanto a justificaciones sociales: aunque se mantiene el imperialismo dominador militar y económico, en lo interno la presidencia de Donald Trump está marcando el regreso del tradicionalismo puritano anulando los avances liberales de los 70.
Más que un modelo de bienestar social la propuesta de Trump se centra en la política de derechos de las minorías sexuales, raciales y artísticas.
El discurso de Trump de “primero EU” y de reconstrucción de la grandeza estadounidense privilegia el dominio de los wasp –blancos, anglos y protestantes–; se trata del imperio del “destino manifiesto” del siglo XIX que liquidó a diez millones de indios pieles rojas que eran propietarios originales del oeste y que le quitó a México la mitad de su territorio.
La lucha contra el nazismo, las guerras perdidas contra el comunismo en Corea, el sudeste asiático y el caribe basadas en un poderío militar y económico –Yalta y Bretton Woods– se han diluido en la globalización y en la multipolaridad.
En la realidad estratégica, Rusia, China e Irán son tigres de papel o amenazas virtuales y no reales porque carecen de fuerza militar, eluden guerras, invasiones y derrocamientos de gobiernos y no han podido destronar al dólar.
El ambiente dentro de EU por el 4 de julio ha sido de depresión social, envuelta la clase política en debates de fondo como la sustitución del sistema de bienestar de salud y sobre todo por la confrontación de Trump con los medios liberales. En las calles hubo poco entusiasmo. Como jefe del Estado, Trump ha soslayado su papel de liderazgo interno, además de que los grupos liberales activistas lo han expulsado de los espacios públicos que antes servían para reconocer el valor del jefe político nacional.
Trump ha terminado y los liberales han cerrado las celebraciones públicas de consenso nacional, sobre todo aquéllas que servían para cohesionar consensos ante amenazas extranjeras.
La oposición interna a las prohibiciones migratorias de países señalados como terroristas y el fin histórico de la política humanista migratoria y de asilo ha redefinido como dominante y excluyente el interés social de la mayoría blanca conservadora.
A pesar de haber operado durante todo el siglo XX y lo que va del XXI como el país imperialista por excelencia – dominación autoritaria e impositiva–, Estados Unidos era visto como el paraíso terrenal y el flujo migratorio se daba en función de la búsqueda de ese bienestar.
EU como el faro de libertad y prosperidad para cualquier ser humano ha terminado con Trump, en aras de recuperar el dominio de la raza banca y sajona.
Un ambiente de depresión social, tristeza nacional y confrontación cotidiana que raya en el magnicidio envolvió la celebración del 4 de julio. A Trump no le interesó usar el aniversario de la Independencia como elemento de cohesión nacional.
Política para dummies: La política es la habilidad para ajustar la historia pasada a la historia del presente, para imponer prioridades del momento sobre los simbolismos del pasado.
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@carlosramirezhz
Trump: un 4 de julio de unidad en un país deshecho en lo social
Por: Carlos Ramírez Por primera vez en la historia, Estados Unidos celebró el simbólico 4 de julio –la firma del Acta de Independencia en 1776– sumidos en una guerra civil interna liberales-tradicionalistas; se trata de una división social similar en ruptura a la del esclavismo que condujo a la guerra civil 1861-1865 y muy parecida a la […]
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