Sin lugar a dudas el proyecto de las izquierdas ha sido extraviado.
Hasta ahora el perredismo no encuentra la ruta por la cual transitar para salir de la crisis en que la sumió la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, y corre el peligro de disminuir aún más sus posibilidades electorales si sus principales liderazgos deciden seguir migrando hacia Movimiento Regeneración Nacional como una forma de mantenerse vigentes en el espectro político.
Morena es en gran parte el perredismo que hace algunos años optó por definirse como un partido progresista, y que terminó en una alianza electoral con la derecha producto del extravío ideológico de sus principales liderazgos que confundieron el proyecto con la conveniencia personal, y que terminaron arropando una candidatura que nada tiene que ver con sus principios y mucho menos con el programa de acción del partido. Para decirlo más claro, la voracidad de sus miembros los orilló a virar hacia la derecha.
Pero también hay que señalar que tampoco el proyecto encabezado por Andrés Manuel López Obrador tiene una definición eminentemente izquierdista, sino una alta carga de pragmatismo porque con tal de crecer y tener posibilidades de triunfo aceptó a tirios y troyanos entre sus miembros, y hay que puntualizar que si bien logró ganar, ahora tienen el problema de la pérdida de identidad porque sus principales miembros no son más que una masa amorfa sin contexto ideológico que hará gobierno, pero lo que se impondrá será la concepción operativa que requiere el líder.
Hasta en tanto el Partido Revolucionario Institucional defina la forma de alcanzar su reorganización, Andrés Manuel López Obrador seguirá construyendo un gobierno que hasta ahora se antoja de ocurrencias porque no existe un programa definido, y mucho menos una ruta clara que indique hacia dónde pretende caminar, cuáles son sus principales metas y programas, y la definición de país que habremos de edificar en los siguientes años.
Hasta ahora, todo han sido anuncios de programas y ocurrencias, pero no se ha presentado un plan de gobierno que pueda indicar a los mexicanos qué es lo que se pretende lograr, cuál será la transformación operativa del partido hecho gobierno, y quiénes serán los responsables de conducir las estrategias de implementación de los proyectos. Para decirlo más claro, salir en grupo a señalar ocurrencias de momento en las escaleras de las oficinas de la colonia Roma no es indicativo de que exista un programa definido y concreto. Pese a la pasividad del presidente Enrique Peña Nieto para dar la oportunidad de que López Obrador muestre a los mexicanos cada uno de sus principales programas, hasta ahora, insisto, solamente hemos escuchado ocurrencias y uno que otro proyecto en el relato público, pero nunca en el papel.
Mucho se habla del Tren Maya, pero hasta ahora no sabemos de dónde a dónde operará, y la pretendida comisión de la verdad para el caso Ayotzinapa no será más que la construcción de una versión acorde a los intereses del nuevo gobierno. De los rubros de seguridad, educación y salarios de funcionarios, a cada rato se cambian las definiciones y las estrategias, pero uno de los rubros más importantes serán el salario mínimo, y la redefinición de la estrategia bilateral con Estados Unidos. Quizás habrá que dejar pasar un tiempo para que se serenen. Al tiempo.