Hace días la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, por mayoría de sus miembros, decidió suspender a Venezuela del organismo a la vez que desconoce la legitimidad de las elecciones del 20 de mayo en las que Nicolás Maduro fue reelegido como presidente.
La resolución fue impulsada por México y otros siete países, y fue aprobada por 19 votos a favor, cuatro en contra y 11 abstenciones, por lo que se hizo el llamado a la aplicación de la Carta Democrática Interamericana por haber alterado el orden constitucional.
Con esto se desconoce la legitimidad de las elecciones del 20 de mayo en las que fue reelegido Nicolás Maduro, y es la primera vez que la Asamblea General aprueba una resolución sobre la crisis de Venezuela. Lo peculiar es que México fue una de las partes más activas para que se emitieran las sanciones. Desde luego que también se conformó un bloque en el que se encontraban varios países con gobiernos de tintes dictatoriales, como es el caso de Nicaragua, que después de Anastasio Somoza, derribado por Daniel Ortega, ahora tiene que soportar otra dictadura.
Gerardo Estrada, titular de Relaciones Exteriores de México en 1930, presentó la declaración de la doctrina que lleva su nombre, cuya principal aportación señala que “ningún gobierno requiere del reconocimiento de otras naciones para asumir su propia soberanía, y esto supone un rechazo explícito a cualquier forma de intervención extranjera en los asuntos del gobierno de una nación. La Doctrina Estrada surge como una forma de rechazo a la política internacional de Estados Unidos de no reconocer a algunos gobiernos surgidos de movimientos revolucionarios o golpes militares.
Por eso nació como una forma de oposición a la Doctrina Tobar, cuya razón principal era el intervencionismo indirecto, y a la Doctrina Monroe que promovía la no intervención de las naciones europeas en el Continente Americano, afianzando la posición de privilegio de Estados Unidos sobre el resto de las naciones del Continente. Así surge el lema “América para los Americanos”, elaborada por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe en 1823.
Hasta hace poco la Doctrina Estrada se oponía a ambas doctrinas norteamericanas con relativo éxito, promoviendo una actitud de respeto a los asuntos internos de México y de cualquier otra nación, pero aún cuando presuntamente sigue vigente las cosas han cambiado mucho en el hemisferio con el surgimiento de gobiernos populistas que decidieron confrontar y detener al intervencionismo de Estados Unidos, y que por desgracia sus gobernantes han caído en la tentación del establecimiento de gobiernos dictatoriales.
Por lo pronto, Nicolás Maduro ha recibido el rechazo de la comunidad internacional a causa de su empecinamiento por seguir matando de hambre a los venezolanos, pese a que la nación sudamericana se asienta en la más grande reserva de petróleo del mundo.
Maduro prefiere conceder prebendas a los militares que todo lo disponen con tal de seguir al frente del fallido gobierno Bolivariano. De cualquier forma la pregunta es ¿y la Doctrina Estrada? Al tiempo.