ROGELIO SEGOVIANO / CAMBIO
Horas después de que el país sudamericano registrara el octavo terremoto más devastador en la historia de la humanidad, en la colonia Condesa de la Ciudad de México, una desesperada Mon Laferte, que por ese entonces no era muy conocida, buscaba cómo regresar a casa, pues no podía comunicarse con su mamá, quien vivía en una de las zonas más afectadas por el movimiento telúrico.
La cantante chilena no sabía si alguien de su familia estaba entre los dos millones de damnificados, o si sus hogares eran uno de los 500 mil que se derrumbaron o sufrieron graves daños estructurales. Como no consiguió boleto de avión a Santiago, Laferte tuvo que esperar cinco días para hablar por teléfono con su madre y confirmar que estaba bien.
“Fue la semana más terrible de mi vida, hasta ese momento”, recuerda la ahora famosa cantautora, quien hace especial énfasis en “hasta ese momento”, pues nunca imaginó que siete años más tarde volvería a pasar por una situación casi idéntica.
El martes 19 de septiembre de 2017, cuando un terremoto de magnitud 7.1 hizo estremecer la Ciudad de México, Puebla, Morelos y Oaxaca, cobrando la vida de más de 360 personas, Mon Laferte tenía tres días de haberse ido a Viña del Mar, para ofrecer un par de conciertos. Allá se enteró de la desgracia y de que algunos edificios de las colonias Roma y Condesa habían colapsado. No pudo dejar de angustiarse ni evitar pensar en sus mejores amigos, colegas y vecinos que tenían ahí sus departamentos. ¿Estarían bien? ¿Les habría pasado algo? ¿Necesitarían algún tipo de ayuda?
“No quería ni ver los noticieros de la televisión o revisar las redes sociales, porque en ese primer momento todo era confuso y catastrofista; yo imaginaba que la Ciudad de México había desaparecido. Y para colmo, tampoco me podía comunicar con nadie. Quería correr al aeropuerto y volverme a México”, dice Laferte, en entrevista exclusiva con CAPITALMEDIA.
Agrega que, con el paso de las horas, las cosas se fueron aclarando y pudo intercambiar mensajes de WhatsApp y Twitter con sus seres queridos y amigos más cercanos. La ciudad era un caos, pero su edificio seguía en pie y todo había quedado en un susto tremendo para los vecinos, quienes ahora se organizaban en brigadas para ayudar a quienes no habían corrido con la misma suerte.
“Este país me ha dado tanto, que no podía cruzarme de brazos y quedarme allá en Chile, mientras la situación se componía. Como pude, regresé a México. Ya habían pasado cuatro o cinco días del terremoto y la cosa seguía grave, pero me dio gusto ver que la gente se organizaba y se echaban la mano unos a otros. No sé, pero una tragedia tan terrible como esta que pasó, sirve para sacar lo mejor de cada uno de nosotros”, relata la intérprete.
“Yo no sabía de qué manera debía sumarme a las brigadas de ayuda, hasta que León Larregui (cantante del grupo Zoé) me dijo que fuéramos a un centro de acopio llamado Lago Tanganica. Ahí, me presentó a Diego Luna, un ser humano increíble y súper solidario. En ese sitio recibían donaciones de todas partes, se clasificaban las cosas y las enviaban a los lugares del país que más lo necesitaban”. Mon Laferte hace una pausa en su relato, como queriendo recordar un detalle importante. Luego dice: “Ahí también surgió la idea del proyecto Amplifica”.
Amplifica se organizó como un proyecto a beneficio de los afectados por los sismos del 7 y 19 de septiembre 2017, en México, en el que Café Tacuba, Kinky, Molotov, Zoé y la propia Mon Laferte, se unieron para ofrecer un concierto de 6 horas en el Palacio de los Deportes. El show recaudó casi 10 millones de pesos. “El dinero se repartió entre las diferentes iniciativas y esfuerzos ciudadanos enfocados en construir una mayor capacidad de resiliencia, donde se involucró a las comunidades afectadas, buscando en todo momento un respeto por la diversidad y la identidad cultural”, cuenta orgullosa la artista chilena, quien, además, fue la única mujer que participó en Amplifica.
Norma Monserrat Bustamante Laferte, su nombre real, revela que desde que era muy jovencita ya tenía el gusanito de ayudar a los demás. “Apenas me enteraba que un compañerito de la escuela o del barrio estaba enfermo o había tenido algún accidente, ahí me tienes corriendo por mi guitarra para tocar unas canciones en la junta de vecinos y reunir una lanita para las medicinas y esas cosas. Tal vez no está bien que yo lo diga, pero siempre he sido esa clase de persona, y si ahora, desde la posición en la que me encuentro como artista puedo hacer algo por la gente, pues vamos pa’lante”.
Además, ella cree firmemente en eso de que “todo lo que das, en algún momento lo recibes de regreso”, pues de otra forma tal vez no hubiera tenido la oportunidad de conocer a Diego Luna y su organización. “Y ahora que terminé de grabar las canciones de mi nuevo disco –que saldrá al mercado para finales de año–, por un mensaje de whats le pedí a Diego que me ayudara y trabajara conmigo en los videos que tenía planeados, y en menos de un minuto me respondió que sí, que le contara con él. Es un tipazo el cabrón, lo admiro un chingo. Y sin proponérnoslo, nos hicimos carnales por culpa del terremoto”.