Los celos pueden llegar a ser tan enfermizos que hay casos de crímenes pasionales que empezaron con este tipo de problema. Sin embargo, no se tiene que llegar a los extremos para que la salud en las parejas se vea seriamente deteriorada. Hay personas que consideran ‘aburridas’ sus relaciones cuando no hay conflictos o discusiones.
El simple hecho de tener conflictos o de pelear con frecuencia es un detonador para que una relación se convierta en un tormento para la salud.
Los problemas entre los miembros de la pareja pueden alterar los patrones de sueño y descanso, aumentando los niveles de estrés, lo que repercute de manera negativa las relaciones sexuales y en el organismo.
Discutir con frecuencia inclusive afecta al cerebro, pues inflama su tejido, de acuerdo al estudio titulado “Shortened sleep fuels inflammatory responses to marital conflict: Emotion regulation matters”, llevado a cabo por la Ohio State University College of Medicine.
Para este estudio participaron 43 parejas, las cuales tenían 11.5 años de casadas, en promedio. A las mismas se les tomaron muestras de sangre antes y después de que se dieran los conflictos. También se elaboraron entrevistas con estas parejas, en el laboratorio.
Los resultados de esta investigación apuntaron que la falta de sueño está relacionada directamente con el incremento de la inflamación –en el tejido cerebral– provocada por los conflictos que se dan dentro de los matrimonios.
Los expertos de la Ohio State University College of Medicine, determinaron que las parejas que intentaron aplicar estrategias saludables para regular la situación (y calmar al cónyuge) sufrieron de menos inflamación vinculada a la falta de sueño.
Cada cabeza es un mundo y cada pareja es una historia diferente, pero hay factores que se repiten en algunas parejas y patrones que se cumplen en aquellas que suelen ser conflictivas.
Entre ellos están, por supuesto, los celos e infidelidades, pero también elementos que podrían ser considerados –para algunos– meras trivialidades.
En los casos más extremos y hasta patológicos, hay quienes se acostumbran y se vuelven adictos al “mal amor”.