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¿Qué son los microMachismos y cómo detectarlos?

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La violencia de género tiene raíces culturales con manifestaciones cotidianas


AUTOR: ALEJANDRA DEL CASTILLO

Te van a decir que estás loca y que exageras, pero no les creas. Para que hoy tú reconozcas las formas más sofisticadas de la violencia de género, han tenido que pasar siglos en los que millones de mujeres han levantado la voz. Cuando la violencia queda expuesta ante la mirada de una mujer, es muy difícil volver a ignorarla. El trabajo ha sido arduo, por una y para todas.
Los microMachismos (mM) fueron definidos hace más de 25 años como violencias sutiles o invisibles; su estado normalizado y naturalizado en las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres permite la violencia sin causar mayor estupor. Llamarlos sutiles no los minimiza porque siguen siendo una manifestación explícita de violencia.
Los testimonios no paran, y con el tiempo se diversifican. Los mM se pueden reconocer en situaciones como cuando en un restaurante el trago fuerte siempre es para él y la bebida de colores para ella, eso está asumido. O si la cuenta se la entregan siempre a él aunque el pago sea compartido o sea ella quien va a pagar.
La lista es grande y reproduce estereotipos: regalar cosas diferentes a los niños y a las niñas; el tema de los pañales es cosa de mujeres; pensar que los piropos no son acoso y que la mujer debería recibirlos y estar agradecida con ellos; uniformar a las mujeres con faldas y tacones mientras los hombres pueden vestirse cómodos… y muchos ejemplos más se repiten todos los días.
Tradiciones como perder el nombre propio por ser la señora de tal, elimina a la mujer con un sentido de pertenencia. Presionar o cuestionar a una mujer sobre cuándo se casará o tendrá hijos, es también una forma de violencia. Comentar que una mujer no se ha depilado o hacer bromas sobre el tema forma parte de las expresiones machistas.
No falta el clásico: así no se comporta una señorita –inserte aquí una razón–.
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NO HAY VIOLENCIA PEQUEÑA
Los mM fueron categorizados por su forma e intensidad, y aunque todavía se consideran una forma de microviolencia, una mujer que comparte su experiencia deja al descubierto que los mM son un mecanismo explícito de control en el ejercicio impune de la violencia.
En casa de Raquel estaban comiendo cuando su hermano pidió la sal. El salero no estaba en el comedor y su mamá le dijo a ella: tráele el salero a tu hermano. El salero desató una revolución porque la disposición de servicio de las mujeres está mal entendida, se usa para resolver todo lo que un hombre puede hacer sin complicaciones pero que, tras los privilegios de género y las relaciones asimétricas, pareciera que es obligación de las mujeres servir y atender. Los mM utilitarios son así.
En casa de Susana ocurrió lo mismo, pues ella era la encargada de atender a su hermano José. Un día se le hizo tarde y tenía que decidir entre arreglarse y servirle el desayuno. Al final la cuestionaron: ¿cómo va a ser posible que tú te atiendas y no atiendas a tu hermano?
Mónica no se había cuestionado absolutamente nada de las labores de servicio en la casa, así asumió que todo le tocaba a ella. Su pareja nunca le dijo “lávame, cocíname o atiéndeme”, porque esa situación es un tema asumido en muchas circunstancias, es parte de lo que le enseñan sobre ser una buena pareja, ¿o no? Cumplir un mandato o un estereotipo. Por esto, no es raro escuchar que los “buenos hombres” se jacten de que “ayudan” a sus parejas, sin asumir que hacer lo que te toca, no es ayuda, sino responsabilidad compartida.
En la oficina de Ximena, a ellas siempre les toca organizar los cumpleaños y partir el pastel. El día que se negaron a hacerlo, les dijeron de “broma”: ustedes son las mujeres, para eso están.
También sucede entre amigos. En las vacaciones de Abigail, a las mujeres les toca la parte de la cocina y la limpieza, mientras los hombres juegan, nadan o sirven los tragos.
Como la violencia va en ascenso, los mM encubiertos obligan a la mujer a hacer lo que no quiere, y si no lo obtienen la castigan con la falta de intimidad o el silencio.
En la relación de Rocío, la forma de cocinar los huevos estrellados podía ser un problema. Híjole, a mí no me gustan así los huevos estrellados, le decía Juan y eso bastaba para que no le dirigiera la palabra hasta el día siguiente. La indiferencia significaba: “tú hiciste algo mal, entonces yo soy hostil e indiferente, te castigo porque tú hiciste algo que no me gustó”, cuando lo lógico habría sido que él se levantara y se preparara los huevos a su gusto, sin maltratar a su pareja con la indiferencia.
Ricardo le dijo a Jazmín antes de ir a una fiesta: no te puedes poner eso porque se te ve demasiado entallado, si alguien te voltea a ver… lo golpeo y tú vas a tener la culpa.
A María le advirtieron en una relación: si esto no está funcionando es porque tú-no-estás-haciendo-tal-cosa. Tú no estás dando y no estás llegando a mis niveles de expectativa. Es tu problema, no es que yo esté mal.
Para los mM de crisis se trata de evitar la autonomía femenina y se llega al hipercontrol.
Martha dejó de salir muchas veces con sus amigos porque sabía que eso le podía ocasionar problemas con su novio. A Paola le daban permiso de salir, pero su novio la llenaba de mensajes con el propósito de que no coviviera. Con Cristina la situación era más extrema, su novio le llamaba y le decía: pásame a tu amiga con la que vas a estar, quiero escuchar su voz.
En el trabajo de Sofía, uno de los jefes le reprochó su participación, le dijo: tu problema es que piensas.
Al alcanzar el punto de los mM coercitivos, se utiliza la fuerza psicológica o la moral masculina con el objetivo de doblegar a la mujer.
Cuando Miriam se mudó con Joaquín, se dio cuenta de que no era nadie; era como si no existiera. No tenía un lugar para su ropa, una pared donde poner sus cuadros o un espacio en el librero para sus libros.
Después de pelear, Nicolás trató de tener un encuentro sexual con Pamela. Ella dijo que no, pero él no paró hasta que ella lo aventó. Entonces, Nicolás le dijo enojado: tampoco exageres, no me hagas sentir como si te estuviera violando, relájate.
No estás loca y no estás exagerando, la violencia la podemos reconocer hasta en sus formas más sutiles y confusas. Por favor, nunca te calles.